Las actividades de mantenimiento, como la limpieza de los cabezales de los rociadores, la verificación de los niveles de presión y la prueba de los sistemas de alarma , ayudan a optimizar el rendimiento de los sistemas de extinción de incendios. Las inspecciones periódicas garantizan que el sistema esté libre de obstrucciones o residuos que puedan obstaculizar su eficacia.